Qué se puede decir de las morcillas que no se ha dicho... aparentemente mucho pues no se ha dicho mucho de la morcilla. Como buen traductor, señalo que el plato se traduce en inglés a blood sausage, lo que a su vez se traduce al español como salchicha sangrienta. Se come en las Navidades aquí en Puerto Rico pero eso debería cambiar pues no hay nada más delicioso que una morcilla negra y crujiente, frita en un caldero con el mismo aceite que se usó para freír los tostones de pana (a lo que le dedicaré otra entrada un día de estos).
Admito, soy un freak de las morcillas. El exterior crujiente de la salchicha negra, aveces no es tan crujiente pero que se joda, al final del día se parte con los dientes. El interior suave y lleno de sangre cocida con no se qué carajo... recao y ajo según una receta que acabo de ver. Y un procedimiento culinario tan simple como cortar y freír. El concepto de "freír y comer" aplica excelentemente a las morcillas.
Desgraciadamente se relacionan las morcillas con la Navidad boricua, como tantas otras cosas puertorriqueñas que se relacionan con la llegada del niñito Jesús por razones que ni el mismo Satán podría deducir. Parrandas, pasteles, viandas, lechón asao... por alguna razón todo lo puertorriqueño se limita al periodo de tiempo entre Acción de Gracias y las Fiestas de la Calle San Sebastian. Después de eso volvemos a ser conductores fatales, ganzos listos, mentirosos ingenuos, aprovechaos del diablo, buitres oportunistas y cabrones en general.
No quiero insinuar que en la Navidad todo esto mágicamente se va, quiero insinuar en vez que la falta de morcillas en el sujeto puertorriqueño contribuye en su transformación a un sujeto transculturado. Ahora, quiero dejar claro que la transculturación del puertorriqueño produce rumbos nuevos para nuestra cultura actual, PERO a la misma vez tiene la inevitable consecuencia de olvidar el propósito y trasfondo de nuestras raíces culturales. Olvidamos el sentir comunal de la Navidad boricua para adoptar otras que estén acorde con pequeñas obsesiones que nutren la cabronería del día a día.
Pero, ¿por qué carajo comemos morcilla si las morcillas no son exclusivas a Puerto Rico?
Pues me encantaría saber por qué comemos morcillas, pero voy a seguir comiendo morcillas en lo que me ilumino sobre esta delicia negra. Pero más importante aún, el presente esta dominado por lo accesible que se vuelve el mundo y la ventana que el internet provee a otras culturas, antiguas o recién nacidas. No quiero desaprobar de que uno quiera vestirse de conductor de tren del año 1860 o que usen frases únicas al vocabulario urbano de Colombia, o hasta que se vistan en acorde a los trends de una revista de alta moda con nombre francés. Pero insisto que el puertorriqueño tiene su cultura... encapsulada perfectamente en una morcilla. Un plato que no es de aquí, pero ha estado aquí y seguramente alimentó a mis predecesores, y a un pueblo entero. ¡Dios bendiga las morcillas!
Bien negras y bien fritas
Eric De León Soto